
Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume. Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando... Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo:- “¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario