lunes, 26 de enero de 2009

Debajo del colchón


Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería. Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí: -“Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo”. Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del padre debajo de su colchón.

A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre. Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puertecilla del confesionario con un soberano golpe. La señora quedó petrificada pues no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A los pocos minutos se abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el padre le dijo sonriente: “No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del colchón!”.

martes, 20 de enero de 2009

La Santa Misa, explicada por el Padre Pío



(Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del P. Pío)


Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora".

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombre en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro....."

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús.....

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno....


Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!.

martes, 13 de enero de 2009

¡Cuida por dónde caminas!

Un hombre fue a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era tal la cantidad de gente que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder verlo. Mientras se alejaba del convento sintió el maravilloso perfume que emanaba de los estigmas del padre y se sintió reconfortado.



Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume. Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando... Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo:- “¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”.

miércoles, 7 de enero de 2009

Homenaje al Padre Pío

martes, 6 de enero de 2009

Era un hombre de oración y sufrimiento

El Padre Pío nunca salió de su convento, no escribió libros, no era un teólogo erudito, ni tuvo títulos de dignidad... su existencia fue la de un simple sacerdote que decía misa y confesaba.



"¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era filósofo o sabio o tenía medios a disposición?… No, sino porque decía Misa humildemente, confesaba desde la mañana hasta la noche… ¡Era un hombre de oración y sufrimiento!.” (Pablo VI)



La figura extraordinaria del padre Pío es la respuesta divina a unos tiempos difíciles, oscuros, pudiendo decirse que la concentración de virtudes y dones sobrenaturales en su persona es un hecho con el que la divina Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una época marcada por el laicismo y el materialismo, promoviendo esos dones maravillosos con el fin de contrarrestar el poder omnipresente y retador de las sombras que hoy acechan a la humanidad.

domingo, 4 de enero de 2009

Sufría como Cristo

“No son esos dones del Espíritu Santo los que hacen su grandeza, pues como todas las gracias, son dones gratuitos que el Señor distribuye como le place, por el bien de la Iglesia. Su más auténtico timbre de gloria fue su participación en la Cruz... Sufría con Cristo, poniendo con su sufrimiento lo que faltaba a su Pasión.” (Cardenal Lercaro)

“Si hoy Pío de Pietralcina es finalmente santo, no lo debe a los estigmas, la bilocación, las visiones, premoniciones y éxtasis, dones que Dios concede con cuentagotas, fuera del alcance de la mayoría de los mortales, sino por haber practicado –eso sí, en grado heroico– virtudes exigibles a todos los cristianos: la fe, la esperanza, la caridad, la justicia, la fortaleza, la prudencia, la templanza, y ―como religioso consagrado― la pobreza, la castidad y la obediencia.”

viernes, 2 de enero de 2009

Quién es el Padre Pío

El Padre Pío de Pietrelcina (1887 - 1868), fraile capuchino durante 61 años, es mundialmente conocido porque llevó los estigmas de Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia, y el que más tiempo llevó los estigmas. Además, fue portador de otros muchos dones místicos (éxtasis, visiones, clarividencia, bilocaciones, olor de santidad y sanaciones milagrosas).


Aunque las gracias sobrenaturales son comunes a muchos santos, en el Padre Pío llama la atención el hecho de que las tuviera todas, en una concentración de carismas única en la historia de la Iglesia. A su extraordinaria personalidad pueden aplicársele con todo propiedad aquellas palabras del evangelio:
“Maestro, sabemos que has sido enviado por Dios, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces.”


Los carismas sobrenaturales que suelen acompañar a la santidad son otorgados por Dios de forma gratuita —pues nadie puede merecerlos—, pero no casual. Más bien sucede que esos dones extraordinarios son la señal visible con la que el poder divino quiere poner de relieve las virtudes, no menos extraordinarias, que poseen algunas almas escogidas, con la intención de que los fenómenos milagrosos las resalten, y así los den a conocer.


A pesar de la espectacularidad de los hechos paranormales que protagonizó en su vida, el verdadero carisma de santidad del Padre Pío no radica en ellos, sino en la perfección admirable con la que vivió en su existencia las virtudes cristianas: humildad, paciencia, resignación, abandono, confianza, obediencia, caridad, perdón, etc.